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POR LA LIBERACIÓN DEL PENSAMIENTO

sábado, 18 de septiembre de 2010

MI PEQUEÑA NEMU


Texto: Mary Granadillo
Ilustraciones: Carmen Hernández

Dedicatoria:
Con todo mi amor a Lourdes, mi pequeña Nemu,
mi fuente de inspiración.
Quien desde el cielo guía mi mente y mi mano
para plasmarla en estas líneas.
Que aunque nunca lo sepa,
me enseñó que los milagros existen.
AMIGA…Esta historia es mi oración por tu alma.



PARTE I
“ EL OCASO ”

Vestía un traje de hilo blanco que ella con sus propias manos confeccionó.

Llevaba unas minúsculas zapatillas que transparentaban sus pequeños pies y cubría su cabeza un infaltable sombrero de alas que le protegía del sol. Con la dulzura reflejada en su rostro, siempre pulcramente maquillado, a pesar de que la juventud la había dejado hacía mucho tiempo atrás, con su mirada enmarcada por enormes y preciosas pestañas de las que le había dotado el creador, se hacía acompañar por un bastón que a su lado descansaba, el que decía era “su salvoconducto”.

Debajo de finas pinceladas blancas, los rojos, naranjas, violetas y amarillos se entrelazaban en el horizonte aquella tarde de abril y sus ojos se llenaban de colores mientras los recuerdos, que también parecían estar llenos de aquellos matices, florecían frente a ella.

Imaginaba a lo lejos un jardín donde gladiolos, rosa, jazmines y azucenas iban despertando y abrían sus pétalos uno a uno, mientras una luz brotaba de ellos, cubriendo el cielo de mágicas tonalidades, como un regalo del creador para quienes se detenían por un momento a buscarlo.

De pronto, los púrpuras y los naranjas se juntaron en dos franjas, en las que diminutas florecillas blancas se dibujaban, y comenzaron a danzar al son del susurro del viento, a veces suave, a veces fuerte, que cual manto de seda flotaba ante ella.

Iba dejando tras de sí un sin fin de vivencias, sentimientos, amores, alegrías, que atraía su memoria; pero también tristezas, decepciones, aprensiones y miedos, que se empeñaba en borrar de su mente, porque ya no había sitio para ellos; solo servían para restar espacio a lo verdaderamente importante; a los perfectos recuerdos que evocaba esa esplendida tarde que el creador le entregaba.

PARTE II
“JUAN CHARRASQUEADO”

Sentada en la mecedora de bambú y caña trenzados; con los cabellos blancos cuidadosamente peinados, y aquella inconfundible fragancia que la identificaba; mantenía una altiva y elegante apariencia, mientras sus ojos se llenaban de la magia que el ocaso le regalaba.

Hoy era el día perfecto para pensar en papá, brillante como aquellos amarillos y naranjas; fuerte como el púrpura; apasionado como los rojos; puro como el blanco.

Sí, porque papá era grande y fuerte, pero apasionado, dulce y amoroso. “Juan Charrasqueado” le llamaba, porque para ella era como aquellos seres mitológicos, de hazañas que nos deslumbran, y para su fortuna, ella misma era la primera hazaña que recordaba de papá…su gran héroe.

Su papá era grande y fuerte. Quizá… -se detenía un momento a meditar- lo veía así porque lo comparaba con su pequeñita figura infantil, de niña prematura, todavía frágil, tan delgada y delicada como un capullo que apenas comienza a abrir para luego mostrase en plena belleza.

- ¡Me la llevo! con voz grave, dijo a la enfermera de turno aquel día lluvioso en que le dieron la noticia de que su pequeña Nemu no sobreviviría.

- Es demasiado prematura, dijeron los médicos.

Pero para Juan Charrasqueado, el hombre sin obstáculos, el que todo lo podía, esa verdad no existía.

Tomó en una mano, a su pequeño gorrión herido. Abrió la cremallera de su cazadora y, junto a su corazón, la guardó, seguro de que solo necesitaba de su calor para sobrevivir.

Cómo no iba a sobrevivir con todo ese amor… No necesitaba de más…

Y así es como la pequeña Nemu, hoy sentada en su mecedora, deshilaba la madeja de los recuerdos, donde la verdad se entremezclaba con pinceladas de ficción que aparecían de repente cuando el amor, juguetón, se asomaba sin que nadie lo notara y dibujaba sobre el lienzo de las evocaciones.

-¡Me la llevo! repitió una y otra vez. Hasta convencer a todos de su apego por la vida de su pequeña niña, de su “gorrión herido”, que apenas podía abrir los ojos, pero que sólo papá podría salvar.

Llegaron a casa y en la penumbra de una habitación, entre mantas calentitas papá la recostó. Pasaban las horas, los días y los meses… Y mientras todos pensaban que estaba loco, Juan Charrasqueado se aferraba a la esperanza y luchaba desde el amor.

Un diminuto gotero fue su primer biberón, donde una deliciosa y sustanciosa leche de cabra alimentaba a la indefensa criatura que luchaba por vivir; y junto a la dedicación de papá se fue alcanzando un prodigioso milagro de vida… la pequeña Nemu.

-¡Hoy es el día! gritó a todos con un gran alboroto.

Juan Charrasqueado llevaba en brazos un milagro; y unos pequeñitos ojos café se asomaron sigilosos para dejar entrar en ellos los primeros rayos de luz después de meses de penumbra, y su cuerpecito pequeñito pudo sentir la caricia de la brisa suave de la tarde…

Fue una tarde hermosa y llena de prodigios como la que, después del andar de los años, ha comenzado a desenmarañar la telaraña de intrincado tejido, que poco a poco la pequeña Nemu seguirá deshilando. Es tiempo de recoger los recuerdos que no deben perderse con la partida.

La vida al lado de aquel hombre que le imprimió su fuerza y pasión a todo cuanto hacía, estuvo llena de hazañas, y cómo no estarlo, si aquel héroe la protegía. Cada instante, cada amanecer, cada atardecer, cada acontecimiento estaban esmaltados por el milagro que había sido su iniciación a la vida; llena de poesía, de imágenes encantadas, de sueños dorados, que con palabras dibujaba.

PARTE III
“ Papá... Regálame el negro ”

Aquella pequeña y frágil figurita, llena de amor, miraba a los lejos con una sonrisa dibujada en los labios, que el tiempo había surcado. Iba tras recuerdos de un pasado lleno de irrepetibles momentos.

Su vida estaba llena de fantasías. Lo que para otros era rutinario e insignificante, para la pequeña Nemu estaba lleno de magia, y su vida se deslizaba como en un cuento de hadas.

La casona de la hacienda se podía ver imponente desde lo lejos, sostenida por blancas columnas, sobre las que se apoyaban los techos rojos del pórtico. Sus anchas paredes hacían que Nemu se sintiera segura, cual princesa encantada en un magnifico castillo.

Un día soleado de verano, los niños jugueteaban sin preocupaciones. No había malicia en sus corazoncitos, sólo deseos de corretear y jugar entre la alfombra rubia formada por diminutas florecillas que cubrían el campo por aquellas fechas.

Sus risas y chillidos se confundían con el trinar de los pájaros y el susurro de la brisa que jugueteaba entre las ramas de los árboles. Nemu se sentía feliz como una avecilla más entre los trigales. Y se veía blanca como el aura, junto a Pablo “el negro”, aquel primo de largas pestañas y piel cetrina, su compañero de juegos en los días de infancia.

-Es tuyo! le dijo, en son de broma, su padre, aquel día en que pidió al “Negro” como regalo de navidad.

Y desde entonces, en su inocencia de niña, se apropió del primo, convirtiéndolo en su juguete favorito.

Era tan distinto a los demás, todos de blanca piel y ojos claros, de cabellos rubios y finos modales. Mientras que el pobre, semejaba una noche oscura, sus cabellos ensortijados, sus ojos negros de mirada triste, no se parecían a nadie más en la inmensa finca. Nunca entraba en la casona por la puerta principal, para él estaba prohibido, para él solo existía la cocina.

Aquella mañana en que, como de costumbre correteaban por la pradera llena de minúsculas florecillas amarillas que llenaban el aire con su aroma, de pronto… ante sus ojos apareció la imagen de “Roque”, atado a un enorme árbol de mangos.

-Negro… juguemos con “Roque”.

El primo “Negro”, obediente y atento, siguió sus pasos. Corrieron en busca de “Roque” el burro, que con mirada inocente los veía acercarse, sin comprender lo que aquellos pequeñines planeaban.

Así que el “Negro” subió al lomo de “Roque” y Nemu lo ató por los pies a éste.

-Para que no te caigas! ingenuamente le dijo.

-Hep, hep…! y tras sentir los golpes en sus ancas, el borrico corrió y corrió entre los matorrales.

El pobre primo, atado, gritaba mientras las ramas rasgaban su piel, sin poder detener al animal que huía despavorido sin percatarse del daño que le ocasionaba al indefenso niño.


Entre los gritos de dolor del “Negro” y de desesperación de Nemu, el borrico se detuvo… y ella logró liberar al primo de sus ataduras. No hubo crueldad en aquel juego… solo fue eso… un juego inventado por dos niños inocentes que felices correteaban por el campo.

Nunca más se borraron las huellas de las heridas del rostro del pobre “Negro”, pero tampoco de su memoria ni de su corazón. Quedaron como huellas indisolubles de aquella travesura que les costó una buena tunda a los dos.

Y, desde entonces, el “Negro” dejó de ser el juguete favorito de Nemu, quien por primera vez se llenó de culpa tras entender que el pobre “Negro” no era responsable de ser diferente a los demás.

La otrora travesura de niños, ha dejado en el alma de Nemu un dejo de tristeza que con el pasar del tiempo no desaparece. Es inevitable que las alegrías y las penas se entremezclen en sus recuerdos.


PARTE IV
“ Viene el tren ”

Cómo había pasado la vida, pensaba. Como aquella danza… a veces mansa, apacible, tranquila, sosegada, otras veces rebelde, perturbadora, traviesa, inquieta y alborotada. Falta poco, se decía… poco para despedirse de aquellos que llenaron la paleta de colores de su vida; unos alegres, brillantes, hermosos, que danzaron para ella como aquel paño que sus ojos contemplaban; otros mas tristes, opacos y hasta sombríos cuya danza prefería no recordar.

El Paraíso, así se llamaba la finca donde Papá logró aquel milagro de vida, donde Nemu creció como la princesa de los cuentos, donde sus risas se confundían con el trinar de los pájaros y sus cabellos se movían al viento como trigales.

El camino hasta la escuela era largo, muy largo, y Nemu caminaba desde muy temprano por aquella calzada. Vestida con su overol azul, y su blusa blanca, con sus cabellos trenzados rematados con dos grandes lazos de seda, llevando a la espalda una talega colmada de libros y cuadernos.

-Cuidado con el tren Nemu. Nunca vayas por los rieles. Le decía su padre todas las mañanas.

Pero Nemu mientras andaba por la vía, soñaba. Y aquel día la niña caminaba entretenida entre sus sueños y sin apenas darse cuenta se encontró sobre los rieles prohibidos y entró al tenebroso túnel, hasta que un conocido sonido la sacó de su ensimismamiento y la despertó de sus sueños. Era el rechinar de los vagones que se desplazaban sobre los rieles.

-Papá!... sólo pensó en él en aquel momento.


Sus palabras parecían sonar en su cabecita, más fuerte que el mismo rugir de la máquina que se acercaba a ella

-Cuidado con el tren Nemu. Cuidado con el tren….

Su pequeño cuerpecito estaba atrapado entre el pánico y el tren que se aproximaba rápidamente. Una pequeña grieta en el muro la acurrucó mientras la gigantesca locomotora, con su ensordecedor rugir pasaba a su lado sin mirarla.

El hollín cubría sus rubios cabellos que temprano por la mañana habían reflejado la luz del sol; su rostro terso estaba todo cubierto, sus manitas, su lindo y pulcro vestido estaban arruinados…

Nemu lloraba desconsolada mientras se acercaba a la vieja casona y pensaba en las advertencias de Papá. Pero ahí estaba él… corriendo a encontrarla. Al verla, corrió hacia su muñequita y la alzó entre sus brazos con los ojos llenos de lágrimas, besando su rostro ennegrecido por el humo.

Y Nemu dejó de sentir miedo y se sintió segura entre aquellas inmensas manos que la protegían.

El tiempo ha transcurrido y aquellos momentos están presentes en su pensamiento como si acabaran de sucederse. Lo que para muchos pasa imperceptible para Nemu, la gentil anciana de cabellos blancos, es poesía. Los colores comienzan a apagarse, y la oscuridad va cubriendo el paisaje, su rostro sonriente se ha vuelto melancólico mientras la madeja ha ido desenredándose. Es hora de descansar. Pero mañana seguramente el cielo le regalará otra tarde coloreada…